LAS CARTAS NO TIENEN VIDA PROPIA


(No soy la autora)

 Hola y buen día por la mañana.

Lo primero que quiero decir es que no sé muy bien cómo empezar esta carta. El verdadero motivo para escribirla es porque mi cabeza va más rápido que todas esas cosas de las que debería hacerme cargo y ni sumando esfuerzos más necesidades logro alcanzarla. Creo que justamente tú sabes lo que es eso. Escribir a una hipotética tú a la que hipotéticamente haré llegar este hipotético acuse de recibo, tendría que servir de algo; pero ya sabemos que nada te prepara en realidad. Lo que pasa viene siempre a sus anchas y eso es lo que nos hace pasar de la armonía al desastre. Lo llamo “hipotético acuse de recibo” pues considero que es necesario que sepas que sé lo que tú has necesitado escribir. Lo he vuelto a leer. No desconozco el dolor y tampoco aprendí a ignorar las consecuencias del dolor ¿Cómo decir que no lo he perdido todo cuando siento todo perdido? ¿Cómo decir que aún queda mucho camino cuando todo parece repetirse? No son preguntas que tengan respuesta y no seré yo quien se atreva a teorizar al respecto. 

Dicen que se necesita toda una vida, para reparar un solo error y aunque quisiera pecar de ingenuo la verdad es que no se tienen dos vidas y además no creo que de tenerlas uno usaría su segunda vida con el fin de reparar un error. Por el contrario, tengo el presentimiento de que esa segunda vida la gastaríamos sin mucha diferencia de la primera. Aun así, lo siento. No pude evitar decir que sería cuestión de viento y lluvia. Cuando te vi, por principio, no vi más allá de las emociones y me emocioné como si en ese peligro también se llegara a la paz; pero la paz nunca se regala. Eso yo lo sabía -y aunque ahora es tarde, para dar excusas, quise negarme a que las cosas fueran como tienden a ser. Además te mentí, nunca creí que fuéramos más fuertes que todo el miedo que nos provocan las evidencias. Lo que hice fue esperar a que tú nos llevaras a los dos y poder prodigarme en un tiempo al que tú darías cuerda. Ya no es increíble, es más bien aburrido, la sagacidad con la que me empleo en construir equidistancias. Algunos de nosotros, los que mentimos, sea cierto o no, no estamos buscando hacer farsa. Estamos buscando el poder de hacerle una grieta a la anchura de la herida que une lo que fue con lo que ya no será. Mi problema es y será descubrir que no tengo ningún tipo de don, por más que intente volver a nacer cada día. Aún si el amor se resguarda en la piel, a través de miradas, en bravos silencios, con regalos sencillos y olor a café. También es verdad que el amor salta hacia a su historia desde las alturas de la piel, a través de miradas, en bravos silencios, con regalos sencillos y olor a café: No son tantas las cuevas que reúnen las características necesarias, para albergar una colonia de murciélagos. 

El camino contigo ha sido pasar tanto tiempo en el tiempo. Ese sentir sin poder evadir, sin inmunidad. Todo lo contrario a la analgesia, los pies atados a una vibración incesante que busca una frecuencia a través de detenerse. Nos prometimos devolvernos algún punto de partida y qué misterio… probabas todo, lo llevabas a tu boca y lo mordías y tus ojos parecían remontarse a un origen secreto que solamente conocían tú y la tierra, hoy todo eso es un misterio de las mismas dimensiones que el pecado original. La peor parte de todo eso de ganar y de perder es tener que devolver lo que hemos ganado y tener que recuperar lo que hemos perdido. Fuimos como locos y hoy tenemos encendida claridad. Nos reímos del ascenso y en el descenso solo queda la cautela. Nos miramos imposibles con la luz buscando hueco en nuestro aroma; pero a cambio de ser libres nuestra ley nos exigía la extinción de nuestros avatares. Espero por el día en el cual nos despertemos y dejar atrás la inercia que nos lleva a hilar sombras con deslices de la memoria. No tener que hacer el acto de lanzar la primera piedra a cambio de exhalar apenas aire. Buscaré estar desembriagado y enfrentar –yo el primero, a mi miseria, para dar con mundos sin sentido basta con avanzar. Las promesas que hacemos desquician al destino y el destino lanza sobre ellas nuestra humanidad como respuesta. Alguna vez me pediste quedarme y alguna vez te pedí que no te fueras; pero al hacerlo cada uno de nosotros seguía las huellas de sus demonios. Un libro me ha dicho, recuerdo, de niño, que el horizonte no debe mirarse sin antes escucharlo latir. Saber que late. 


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