EL TATUAJE DE BOURDAIN

 “La comida tenía poder.

Podía inspirar, asombrar, provocar, excitar, deleitar y deslumbrar. Tenía poder para hacerme gozar a mí y a los demás. Era información valiosa”

-              Confesiones de un chef, Anthony Bourdain


 

 

Advertencia : No es queja.

 

El queso azul y el Roquefort no son lo mismo, pero ambos me vuelan la cabeza, sin pasteurizar son puro Rock and Roll.

El neufchâtel en forma de corazón es una cursilería normanda bien hecha.

Las fresas SÍ saben a fresa. 

El café sigue siendo placer y totalmente necesario para poder subsistir cada mañana.

Qué difícil escribir sin la copa de chardonnay que quisiera tener justo ahora,  en vez de eso, a diez días de mi llegada, tengo media cerveza local artesanal en una taza de café que dice “Alsace” con una gaviota y un corazón.

No tuve alternativa que acudir a una de las infinitas maison du tabac que encontré y adquirir un par de vapeadores.

Brisa, nubes y frío todo el tiempo, como si el clima hubiese planeado la llegada de un murciélago.

 

He caído en cuenta que siempre que vengo a Francia, veo una película de Almodóvar.

Anoche, fue mi favorita: Hable con ella.

Hoy, “todo sobre mi madre”

Mientras dormiteaba, he escuchado a la Agrado decir mi frase: 

“PORQUE UNO ES MÁS AUTÉNTICA CUANTO MÁS SE PARECE A LO QUE SOÑÓ DE SÍ MISMA” y sonreí con los ojos cerrados.

Dolor y gloria solía ser en el avión, le termino de ver una vez más diciéndome a mí misma en voz alta ¡joya!

 

Es interesante este ejercicio de rehab/ detox que yo me busqué, porque podría decirse que tengo todo en contra pero los obsequios que la vida para aprender son perfectos e impredecibles. 

Y es que no es despertar y ahora tener paciencia, por ejemplo, sino ponerte a lado de todas las cosas que detestas para aprender a serlo.

 

Si, confirmo que soy la Bree Van de Kamp de mi vida.

El toc del orden y limpieza se ha manisfestado en el lugar donde aún no les presentan ambos conceptos. Me avergonzaba tener una Bree dentro de mí y ahora la veo como una de mis mayores virtudes.

 

Al principio, no quería hablar sobre el par de Rumpelstiltskins con quienes convivo a diario, pero estos dos demonios cínicos disfrazados de petites filles francesas me tienen totalmente descolocada. La más pequeña es mi dealer de chocolate así que podemos disculparla, la otra necesita urgentemente ser medicada y atendida.

 

Antes de venir, trabajé el tema de mi madre. Ay, las madres. 

Almodóvar nos muestra siempre una madre excepcional. 

Tengo compasión por la madre de este castillo, aunque parece ser feliz a su manera.

 

Los modales son una dote invaluable que muy pocos suelen heredar.

Juli es un petit- prince, ahora lo veo.

 

“Viajar no siempre es bello. No siempre es cómodo. A veces duele, a veces te rompe el corazón, pero está bien. El camino te cambia y debería hacerlo. Deja marcas en tu memoria, en tu conciencia, en tu corazón y en tu cuerpo. Te llevas algo contigo. Ojalá dejes algo bueno también”

 

La soledad es lo más preciado ahora.

Caminar en Rouen con cielo nublado, perdiéndome, volviendo a encontrar el camino, sintiendo cada paso, el olor a café combinado con humo de cigarro y lluvia es un deleite, escribí sentada en el bar Juana de Arco: Cada que hago consciencia que estoy aquí con mi esquizofrénica cabeza, me ruborizo conmigo misma, sin duda es la mejor date que he tenido.

 

Volví a permitirle a él que volviera a desarmarme, descoserme y romperme.

Con muchas lágrimas, nudos en el pecho y el corazón tremendamente roto, pero con mucha fe, imploré porque fuese esta la última vez y me despedí.

O talvez fue él quien se despidió de mí. 

Él ya me olvidó, yo no puedo, pero podré.

Dejo de un lado el dolor y me decido a continuar este viaje, el cual, es hacia adentro.

 

Me espera otra date en Paris, nada más la L y yo. Otra en Marseille, ya acompañada.

Cabe mencionar, que creo que los franceses no me molan. 

Ya lo intenté una vez y vaya que me aburrí.

Pienso a menudo en aquel John Smith que parece no echarme de menos, y cómo va a hacerlo si sólo nos vimos tres veces. Es todo el estereotipo que probablemente en otros años, me hubiera enganchado y dejado que me destrozara. “Tu me manques” le digo. 

Hoy fue una mañana de mercado en Dieppe, una central de abastos tepeaquense cualquiera versión Normandie, ja.

La elegancia de los carniceros, el curioso sombrero del señor de los quesos, los mini quiches recién horneados, los jitomates riñón, los salchichones curados, el cerdo braseado marinado en cidra, el puesto de aceitunas, la casa de los frutos secos, las plantas y brotes que me frustra no poder llevar conmigo, la pulcritud de las pescaderías, Dios. ¡Las pescaderías! Mil y un productos que mis colegas y yo quisieramos tener acceso a ellos al menos por un día, todo un parque de diversiones para mis sentidos.

Las mañanas son de petit dejeuner, el lunch de ensaladas y comida insípida, algunas noches son platillos mexas con recetas de mi madre, otras de tremendos atrancones de baguette y queso. 

No puedo decir con seguridad si estoy engordando o enflaqueciendo, pero la apariencia de mi cuerpo por ahora, me tiene sin cuidado.

El palo santo y yo nunca habíamos sido tan panas como ahora. 

Veo de lo que carece Francia, no puedo verme anhelando cambiar mi país.

Me gusta mucho mi vida, mi espacio, mi familia y mis colegas. Todo es perfecto.

Echo mucho de menos pero hoy… Mi presente es muy bonito.

Y mientras alimentaba pajarillos parados sobre mi mesa a lado de mi copa de un tinto de Bordeux, ahí, me arrepentí de haberme querido morir un día.

 

MI TRAGO: Cerveza artesanal local.

MI CANCIÓN: One of us – Joan Osborne

LUGAR DE LA SEMANA: Bar Jeanne d’Arc

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