Fungi
Lo que sé, es que no sabemos nada sobre los hongos.
No saber algo, hacer caso omiso de una cosa, persona o fingir no tener conocimiento de ella.
Me ha dado por ignorar el móvil, sobretodo domingos y lunes.
Mi regla y regalo personal.
¿Por qué deberíamos estar disponibles todos los días a cualquier hora del día para los demás? Es catatónico ver la reacción de la gente cuando no les respondo en un día o más. ¿Te moriste?
Ignoramos lo que el otro está pasando, somos apáticos, egoístas e invasivos, como la espora contaminada de una seta sobre madurada que se adhiere a los pulmones causando problemas graves así como alergias. ¿Seré alérgica a la gente? Sí que me evité un buen salpullido al no ir al cine a ver Barbie cuando todas se vestían de rosa y excéntricas.
Btw , acepto que tengo gordofobia, pero lo dejaremos para otro desventurado texto.
Madre mía, Barbie. Mi Barbie, (se prende un porro ficticio) qué van a saber de ti las nuevas generaciones, cuando destrozaron tu imagen y tu estereotipo. No saben nada. Ignorantes.
“Only lovers left alive” me hizo comprenderlo todo; algunos insistían con alevosía en que yo viera esa película y ahí estuvo, por dos años y medio dentro de mi colección, ha sido una pasada, una revelación, un anhelo, un recuerdo.
Y ahí, lo dijo Adam “sólo confirmo que no sabemos nada sobre los hongos”.
A los 13 años me enteré que C. Marlow y Shakespeare no sólo eran contemporáneos, sino enemigos literarios. Se sintió bien saberlo mientras veía la película abrazada de un bello chaval.
Cuando llegue mi propio bar, volveré a hacer las versiones 2.0 de Tecuini y Microflora. Mi homenaje al reino microscópico.
Hoy, dentro de mi normal tristeza, iba manejando en mi auto con la radio prendida y es que yo suelo escuchar mucho la radio en las noches, pequeño dato que pocos saben. Mis ojos se cristalizaron y después de mucho volví a suspirar por aquel amor con el que sigo soñando: se suele confundir con que espero a que llegue alguien nuevo sin embargo sólo quiero que llegue ese goce, esa explosión, esa droga para ambos; con quien tenga que llegar. ¿Será con mi pupilo? ¿Será que ya lo tuve una vez y no volverá a pasar? Será alguien nuevo o… será que nunca me va a pasar? Me contaba a mi misma, que en efecto: quiero una boda con el amor de mi vida, no hijos pero si matrimonio, bajo la ley y un ritual espiritual (el que mejor me acomode).
Sigo irritada por todos esos msjs y llamadas de la gente insistiendo que les responda sobre algo que no es crucial para el mundo sigue girando, me enferma el móvil cada día más. Retomando la radio y enterándome que hoy murió un locutor que me acompañó varias noches, subí el volumen y mis pupilas se volvieron a dilatar al escuchar “you’ve made me so very happy” de Blood, Sweat & Tears” … ¡qué cosa tan más deliciosa escucharla! Ahora ya tengo tema para bailarla con un derrochador vestido blanco en la noche de mi boda.
El blanco me hizo pensar en lácteos, es algo que aprecio y agradezco todas las mañanas y no, yo no podría convertirme a aquella secta del veganismo. ¿Ya tomaron su kéfir de leche esta mañana? No no, esperen… que una mañana de resaca toqué el cielo con aquel kéfir de agua (Cachai, sabor con vida) bien friíto, directo de la botella. Amo la vida y sus placeres naturales.
Yei, si ahora empiezan a notarlo, estoy sobria.
Es la primera vez que escribo con una golden milk en el estómago en vez de cerve y whisky.
Una nueva versión de tomarme este trago amargo.
Amargura la que me provoca que el acné haya vuelto a mi vida sin haber sido invitado y cuando la última vez que estuvimos juntos quedó clarísimo que era un adiós definitivo. Pienso que algo quiere decirme, aceptaré su estadía mientras prendo fuego a la casa para que se vaya pero no sin antes hacerme saber aquello que viene a enseñarme otra vez.
Hablando de adolescencias y pubertad…
Cuando era una chavala, mi papá nos llevó a una feria de agricultura. Ahí vi por primera vez cómo se cultivan las setas y me enamoré.
Ahora qué hay talleres y cursos hasta debajo de las piedras impartidos por cualquiera que se atreva, recurrí a mi lugar favorito, el sitio de confianza: mi jardín etnobotánico.
Cometieron un error: el no impartirlo ellos y darles espacio a las nuevas emprendedoras.
No fue un taller, ni curso o algún otro sinónimo.
Fue una exposición de salón de clases nivel preparatoria. La inseguridad, lo impropias, su nulo dominio del lenguaje y conceptos básicos, la falta de experiencia para hablar en público…
Se atrevieron a cobrar por el taller.
Y si, al final, les compartí en voz alta y abiertamente este sentir (con todo el respeto, verdad), espero se auto analicen después de la crítica y pausen vender talleres hasta tener la experiencia y conocimiento suficiente.
Y lo comparto porque desde hace cinco años me dedico a la docencia nivel licenciatura.
Imparto cursos y talleres en mi domicilio al no tener aún un establecimiento propio.
La ignorancia es atrevida.
Pongo este ejemplo, ya que hace poco empecé a ver a algunos chicos del mismo medio lanzar “Workshops” (ya dejé de usar esa palabra, gracias chicos por ser falsos auténticos) e incluso a otra persona que tomó sólo 1 taller conmigo y ahora ha abierto los suyos. No, no me preocupa la competencia porque mi trayectoria y la suya no es la misma, porque el sol sale para todos y se puede estar un paso adelante.
Lo preocupante es lo que enseñan, lo que venden, lo que expanden. En esta industria se ha batallado muchos años por generar cultura y ampliar criterio en los que no lo entienden ni aprecian y es muy peligroso atreverse a “impartir clases” desde la ignorancia y sobretodo, COBRAR por algo que no lo vale.
Seamos setas, seamos hongos comestibles, esporas… dejemos de ser moho y contaminar la pureza de los demás.
Y hablando de contaminar, la ignorancia también lo hace. Tuve durante casi un año viviendo a una parásito de sus padres y sin duda una futura ciudadana que sólo restará aire. Una chavala producto de la ilegalidad, migración, pobreza e ignorancia; recuerdo los olores de la comida que preparaba a base de salsas envasadas, congelados y empaquetados así como verla tirada en mi sillón más de 12 horas viendo una película tras otra. Sin estudiar, sin leer, sin salir a conocer la ciudad en la que estaba habitando. Su léxico terrorífico apenas si he logrado sacarlo de mi cabeza. “Ocupo” “raite” “hicistes” y demás desacertadas frases que ella solía usar... súmenle el acento. Lo que más me causaba conflicto con esta individua, era la seguridad que poseía al opinar de cualquier tema: política, gastronomía, etc. se ofendía porque no le cabía en la cabeza que en nuestro país hay diversidad de platillos como el pozole, viéndolo como aberración gastronómica al jaliciense, aquel que llega lechugas y rábano. Ignorante de pies a cabeza, obsesionada con novelas coreanas de Netflix, dejando contaminado mi atgoritmo, igual que el moho.
¿Ya probaste hoy, el sake mexicano?
Termino este texto en un vuelo hacia Torreón, le he ofrecido una cerve a mi compañero de la izquierda quien ha respondido “yo voy a querer agua”; el individuo resulta ser aquel ex novio que causó agonía tantos años en mi vida, del cual llevo tatuada su inicial y con una necedad en todo este tiempo de aún conservarla, nos hemos ignorado todo el vuelo. Lo más importante es que yo misma ignoraba que mi corazón también lo ignora.
¿Plumas o una serpiente?
Las escuelas de gastronomía deberían desaparecer y las próximas generaciones son un asco… se viene el desahogo.
Me tomo mi jugo de manzana.
L.
Comentarios
Publicar un comentario